jueves, 5 de septiembre de 2013

Babélicos (Texto leído en la reunión de ABGRA del 20 de julio de 2013)

Agradezco a la Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina la invitación a participar de este Foro. Para mí, es un placer poder compartir con ustedes este puñado de lecturas que, si no mágico, espero que, al menos, sea estimulante.


No quisiera extenderme en la exposición de los proyectos que están en marcha en Escuelas Lectoras, proyectos que responden a necesidades particulares de las áreas educativas en donde se desarrollan, sino que quisiera convocarlos a que pensemos juntos en dos elementos centrales al momento de promocionar la lectura en espacios educativos. Para esto, les propongo partir de dos figuras: dos imágenes cargadas de sentido y plasticidad imaginaria para relacionarlas, de manera más o menos arbitraría, con esas dos prácticas fundamentales en el quehacer del promotor de lectura.


Las dos figuras que nos servirán de guía son la Torre de Babel y la Biblioteca de Alejandría; y las relaciones que propongo son: vincular a la torre de Babel con la narración oral; y a la biblioteca del norte de África con la lectura en voz alta.


¿Por qué figuras, por qué estas figuras?

La sola mención de estos dos lugares nos pone en presencia de una serie en la que se integran lectura y vida. Tal vez, asociamos a la torre de Babel con la vanidad de los hombres y la pérdida de la unidad, y a la biblioteca de Alejandría con la tiranía y el fuego destructor. Todos los presentes fuimos tocados alguna vez por estas figuras.
Según el crítico y pensador Erich Auerbach, en la etimología de la palabra figura se descubre una de sus características principales:


La palabra figura, cuya raíz es la misma que fingere, figulus, fictor y effigies, significa originalmente imagen plástica, y se documenta por primera vez en Terencio, que dice de una joven: nova figura oris [una belleza peculiar].


Quisiera detenerme en esta idea: una figura es algo que permanece y es significante: es una imagen de la lengua que mantiene su frescura (como una joven, nova figura oris), y que, aun a pesar del paso del tiempo y de los usos, no se vuelve una “figura hueca”, sino que conserva su capacidad de apelarnos con gracia. ¿Por qué sucede esto? El escritor, docente y crítico Daniel Link relaciona directamente la supervivencia de las figuras (literarias) con lo viviente: las figuras que permanecen, permanecen porque hay algo en ellas que se vincula con lo viviente.


A partir de esta pequeña introducción, quisiera que imaginemos a la narración oral como una consecuencia de la diversidad lingüística que el relato de la torre de Babel nos cuenta.


En el capítulo 11 del Génesis, se cuenta que:


Era entonces toda la tierra de una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuésemos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra.


En la Biblia, el lenguaje “es asumido como realidad inexplicable y mística”, lo que dio origen, por ejemplo, a las corrientes místicas de la lectura cabalística, en las que cada elemento de la escritura divina posee la totalidad y la perfección de Dios. Según Walter Benjamin, como el texto de la Biblia (en este caso, el Antiguo Testamento) “se considera a sí mismo revelación, debe necesariamente desarrollar los hechos lingüísticos fundamentales”. Es en este sentido que la historia de la torre de Babel continúa siendo significativa, porque trata acerca de un hecho lingüístico fundamental: la diversidad de las lenguas que pueblan el mundo.


Una lectura posible de este relato se centra en el castigo divino. Pero como lo que nos reúne aquí es la lectura como producción de sentido y umbral de posibilidad, quería recorrer brevemente aquella otra lectura, la que establece a la torre de Babel y a la diversidad de las lenguas como un regalo, un don.


Después de Babel, los lenguajes humanos alcanzaron la movilidad y la posibilidad de la diferencia. La diferencia lingüística parece ser la diferencia originaria. Pero no hay una lengua de origen (al menos, es lo que nos enseña esta historia), tenemos maneras de peregrinar hacia la lengua de origen (piensen en cómo llamamos a la lengua que aprendimos en la infancia: lengua materna), y en ese andar, descubrimos que todas las lenguas llevan la marca de su origen, y esa marca sólo es accesible por la diversidad y la diferencia.

Babel no fue un castigo, sino el don de la diversidad. Es más, para Héctor Murena (un pensador argentino muy original, cuya obra está siendo rescatada en los último años): el relato de la torre de Babel expresa la traslación propia del lenguaje poético: la capacidad metafórica de la lengua.

Escribe Murena:


La lengua única de Babel era una lengua mala: con ella no se podía articular la palabra Cielo, recuperar el Paraíso, lo perdido por causa de esa lengua [...] la Torre se derrumbó por falta de fundamento.


Y concluye:


los hombres de Babel se distinguen por gozar de la unidad de la lengua... Era en realidad el legado del saber obtenido del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Ese saber presupone un discurso único, total, por el cual la entera vida sería cognoscible. (...) La dispersión por la tierra y la confusión de lenguas tiene por fin indicar otra vez al hombre cuál es la naturaleza, cuál es su destino: la diversidad, el reino de las diferencias"


La idea de dispersión (o diáspora) está asociada, necesariamente, a otra idea: la de reunión.
Al esparcirse por la faz de la tierra, los hombres debieron comenzar a contar historias, porque no son posibles las identidades sin los relatos. Y cada tribu, cada pueblo, cada hablante desarrolló sus relatos, sus historias o sus memorias.


Cuando se narra, se instala un espacio de escucha en donde la diversidad peregrina se presenta en la reunión a través de la palabra. La palabra, lo sabemos, es siempre diferente: tiene una articulación distinta en cada grupo humano y en cada integrante de ese grupo. 
La narración es la capacidad de trasladar, de llevar y reunir.
Los cuentos se mueven por toda la tierra; Jean Claude Carriere dice que lo hacen como gusanos: horadando la oscuridad del mundo con luminosidad vibrante y fugitiva. He ahí otra característica babélica: un cuento no puede tener un sentido único, no puede arrojar una luz única. Los cuentos permiten muchas lecturas, muchas interpretaciones, los caracteriza la riqueza de la variedad. Al trabajar la narración oral, podemos buscar y habilitar una palabra diferente y  diversa.


El relato de la torre de Babel (puede ser muchísimas cosas más; un texto sagrado, por supuesto) es un mito de origen. Hay otros mitos de origen que podemos poner a circular al narrar. Los mitos son maneras de comprender el mundo que el hombre ha desarrollado para habitarlo.


En este sentido, quería destacar otro fenómeno único, único y diverso, de la narración oral: la voz. La voz del narrador es la encarnación de la historia, su aquí y ahora. Al narrar, la voz instala un tiempo diferente, que es el tiempo de las historias. Pero la voz no es voz sin alguien que la escuche.


Como adultos que buscamos generar el interés en la lectura (podríamos preguntarnos por qué queremos que los alumnos lean) para formar lectores autónomos y críticos, la narración oral se presenta como un lugar de reunión particular, en donde la escucha se vuelve activa y significante: cuando escuchamos narrar un cuento, el movimiento intelectual es intenso y profundo, aviva el trabajo del conocimiento de manera activa.


La narración es una cualidad propia de la cultura. En los pueblos y las ciudades conocemos bien una forma del relato oral: el chisme. Edgardo Cozarinsky señala que:


el relato del chisme es un relato puesto en escena. Destinador y destinatario (en términos lingüísticos), narrador y narratario (en términos de la teoría literaria), celebran mediante el chisme la ceremonia de la transmisión del relato, representan visiblemente esa relación que el texto impreso mediatiza entre un autor y un lector igualmente ausentes.


Más allá del chisme, del que podríamos hablar un rato sin aburrirnos, me gusta la idea del relato como una “ceremonia de la transmisión”: eso está presente en la narración oral, es lo que podemos tener en cuenta cuando pensamos en generar un espacio de narración oral (litearia) en una escuela; que sea un espacio de encuentro, una encrucijada de la escucha, donde, confiemos, son tantas las condiciones materiales que sustentan la práctica (el relato, la voz, la escucha, la memoria) que podemos confiar en que la institución de un espacio de narración es un proyecto inclusivo, motivador de la palabra.


A cada palabra su diversidad, y a cada diversidad su particularidad.


La otra figura que propongo para pensar la promoción de la lectura es la Biblioteca de Alejandría.
Aquí nos encontramos con otro espacio, si no mítico, sí legendario: la antigua Biblioteca de Alejandría fue la más grande del mundo (no importa ya su tamaño, ni la cantidad de manuscritos que albergó). Estaba situada en la ciudad griega de Alejandría y fue fundada a comienzos del siglo III a. C. por Ptolomeo I Sóter y ampliada por su hijo Ptolomeo II Filadelfo. La biblioteca de Alejandría supone el intento de conservar la creación, el saber de una cultura.


La Biblioteca aparece como un espacio de la conservación y resguardo frente a la amenaza de la destrucción de una cultura. Vivimos en un tiempo convulsionado, en el que tememos por las instituciones que conocimos, que nos formaron y que quisiéramos mantener desaparezcan. O, tal vez, confiamos en el devenir de las sociedades, y más babélicos, sabemos que la confusión es la posibilidad del cambio. Como sea, la escuela está inserta en un momento de transformación social.
La leyenda de la biblioteca de Alejandría hace referencia a su destrucción por una lengua única. Pero como hicimos con Babel, podemos encontrar en la idea de la Biblioteca de Alejandría una motivación.


Quisiera leer un poema de Borges que seguramente conocen:


Alejandría, 641 A.D.


Desde el primer Adán que vio la noche
Y el día y la figura de su mano,
Fabularon los hombres y fijaron
En piedra o en metal o en pergamino
Cuanto ciñe la tierra o plasma el sueño.
Aqui está su labor: la Biblioteca.
Dicen que los volúmenes que abarca
Dejan atrás la cifra de los astros
O de la arena del desierto. El hombre
Que quisiera agotarla perdería
La razón y los ojos temerarios.
Aquí la gran memoria de los siglos
Que fueron, las espadas y los héroes,
Los lacónicos símbolos del álgebra,
El saber que sondea los planetas
Que rigen el destino, las virtudes
De hierbas y marfiles talismánicos,
El verso en que perdura la caricia,
La ciencia que descifra el solitario
Laberinto de Dios, la teología,
La alquimia que en el barro busca el oro
Y las figuraciones del idólatra.
Declaran los infieles que si ardiera,
Ardería la historia. Se equivocan.
Las vigilias humanas engendraron
Los infinitos libros. Si de todos
No quedara uno solo, volverían
A engendrar cada hoja y cada línea,
Cada trabajo y cada amor de Hércules,
Cada lección de cada manuscrito.
En el siglo primero de la Hégira,
Yo, aquel Omar que sojuzgó a los persas
Y que impone el Islam sobre la tierra,
Ordeno a mis soldados que destruyan
Por el fuego la larga Biblioteca,
Que no perecerá. Loados sean
Dios que no duerme y Muhammad,
Su Apóstol.


La biblioteca no puede ser destruida, porque las vigilias (el trabajo, el estudio, el arte) recuperarán los saberes. Es una esperanza negativa: la confianza ante el fuego destructor, el fuego que no une. 
Los manuscritos, los papiros, los rollos, los libros, ¿qué nuevo soporte?, seguirán escribiéndose.

Aquí imagino a la lectura en voz alta como un transporte de la literatura en toda su expresión.

Desde Platón, la escritura está bajo sospecha de ser un elemento de sujeción, detención y diferencia; sin la palabra viva del maestro, la escritura está muerta, detenida, según el filósofo. La escritura es la marca de lo vivido y lo actuado, y en ella, la literatura deja inscripta su particularidad para que tome cuerpo en la lectura (podemos pensar en este momento de transición y cambio, en el cual la tecnología juega un rol central, la sorpresa y el estupor de Agustín de Hipona cuando escuchó a su maestro Ambrosio de Milán leer en silencio: “Mientras leía, los ojos recorrían las páginas y el corazón escrutaba el intelecto, pero la voz y la lengua callaban”). Al leer en voz alta generamos un espacio de escucha (de características diferentes al de la narración) que se vincula directamente con el libro y el texto literario: al leer, somos en la biblioteca la biblioteca que conserva y comparte “El verso que perdura en la caricia”.

La escritura (literaria en nuestro caso) es la inscripción de una cultura, la caligrafía de la imaginación y la vida, podemos aventurar.


Leo un poema del escritor Alberto Laiseca que muestra de manera contundente esto que trato de decir:


ESCRIBIENDO UN POEMA


Escribo este poema con una delgada varilla de junco;
la tinta, al deslizarse, produce un ruido ensordecedor.
La clarividencia otorga deslumbramiento
y un pequeño dedal de malaquita
crece hasta contener el Río Amarillo.
En la pared de mi cuarto
está la vieja pintura de una rosa bermellón;
ese inofensivo objeto neutro e indoloro
me aturde con el insoportable perfume de miles de flores.
Todo eso has producido en el corazón de quien espera.


Hwang Tsi Lie. Dinastía Chou


“El verso en que perdura la caricia” es, en este poema de Laiseca (bajo la máscara de un poeta de una corte imperial china milenaria) el ruido ensordecedor de una delgada varilla de junco: ese ruido ensordecedor es la tristeza del amante que espera y una bella metáfora de las sucesivas lecturas de todo texto, que crecerán hasta contener el caudal del Río Amarillo, que es el río de la historia china. La atenta lectura en voz alta (preparada y razonada) comparte y nos trae la caricia o el ruido ensordecedor de la literatura.


Aquella posibilidad metafórica (de traslación) de la lengua –que llamamos babélica- es lo que permitió a Quevedo, por ejemplo, escribir un verso como “Puedes arder en púrpura de Tiro/ y no alcanzar el descanso verdadero”; más allá de la carga moral de los dos versos, lo que trae la lengua literaria es la belleza plástica de una imagen (“arder en púrpura”), cuyo centro parece estar en todas partes, irradiando, tocando fibras de sentido para desplegarlas (el sol, el fuego, las ropas caras, las ciudades gloriosas) con una economía envidiable. La lectura en voz alta es la lectura del particular literario. Es el encuentro del “cómo se dijo”, no podemos glosar un poema, ni podemos glosar una frase, una sucesión que nos sorprende y, en esa sorpresa, nos lleva al encuentro con lo literario. La lectura en voz alta es compartir con el otro.


En la lectura en voz alta, lo que podemos llamar la “partitura” del texto guía la interpretación del lector. ¿Dónde se realiza esa partitura?: podemos pensar que lo hace en donde la música también se realiza: en la duración de los silencios. Una frase, un verso murmuran con un tiempo que es el tiempo de los silencios convocados a sonar, según señalan los signos del papel: no se trata de una decodificación; con mucho esfuerzo, yo podría decodificar, lentamente, los signos de una partitura musical, de tal manera que nadie podría reconocer jamás qué obra es la que estoy interpretando, sino de una lectura expresiva y comprometida que dé cuenta de las velocidades, los cambios de marea, las masas en llamas del texto.


Según un informe del Barómetro para la Deuda Social (de 2009, agradezco a Daniela Azulay por el dato):


tres de cada cuatro niños pobres y menores de 5 años no tienen quien les cuente un cuento. Esto significa que hay 350000 chicos en situación de extrema pobreza que, además de carecer de los recursos estrictamente vitales no tienen instancias de comunicación didáctica con un adulto... En el caso de la “segunda infancia” (de los 6 a los 12 años), el 88,5% de los niños más pobres no escucharon nunca el relato de un cuento. Y eso significa que carecen de muchas otras cosas. Con un cuento, el niño aprende a escuchar y a ser escuchado, y además alimenta su curiosidad. Pero, por sobre todas las cosas, con un cuento – una de las tantas formas del lenguaje- un niño logra ponerle nombre en la realidad en la que está. Un paso importante, fundamental, para poder cambiarla en el futuro.


En ambas tareas del promotor de lectura: la narración y la lectura en voz alta, el transporte de los relatos y poemas es la voz, cuya encarnación es un cuerpo, una singularidad espacial y temporal que puede, quien sabe, reparar.
Recuerdo, en este sentido, una anécdota que escribió Walter Benjamin:


SI PARLA ITALIANO


Una noche estaba sentado en un banco, presa de violentos dolores. En otro, enfrente del mío, tomaron asiento dos muchachas. Parecían querer decirse cosas íntimas y empezaron a cuchichear. Fuera de mí, no había nadie en las inmediaciones y, por muy alto que hubieran hablado, yo no habría entendido su italiano. Pero el caso es que, frente a ese bisbiseo inmotivado en una lengua para mí inaccesible, no pude librarme de la sensación de que me estaban aplicando un vendaje fresco en la zona dolorida


Ésa es la posibilidad de la voz y la palabra, en cualquier nivel educativo, en cualquier modalidad.


Quise hacer este recorrido partiendo de dos figuras significativas que siguen vigentes porque, como traté de mostrar, hay vida en ellas y un más allá del lenguaje, que la lengua hace posible.


Antes de dejarlos con la narración de Juan Tapia (como les conté: él es el responsable de las acciones en Media, Técnica y Artística y CENS del programa), quería leerles un poema que solemos leer en los talleres de poesía que hacemos en Media. Es un poema escrito por un joven poeta contemporáneo llamado Mariano Blatt.

En este poema, encontramos también una poética de la escritura, una caligrafía de nuestro tiempo, en la que se inscribe la marca del tiempo presente.


¿Cómo se escribe un poema? (Todas las cosas lindas de este mundo son un plagio de vos)


magia! qiero cruzar un tosqita en el barrio la apúas y q el jean te lo abría re bien después escuchamos música electrónica ja en el auto de papá cebamos mate pero en vez de yerba usamos flores y si escribimos un libro de patinetas le hacemos rampa para q el pibito haga pruebas


me tengo que ir me están esperando te quiero mucho pienso en vos todo el día cuando caminamos por el pueblo a las siete de la tarde pienso en vos y pienso en vos a la mañana cuando me despierto o mientras almorzamos milanesas con ensalada mojo el pan y ahí también pienso en vos pero ahora me tengo que ir están afuera sentados en la escalerita del cyber esperando porque todavía tenemos que ir a hacer algunas compras para la noche como cerveza y otras cosas ellos por ejemplo necesitan llevarse muchos cigarrillos porque después allá no hay nada cerca imaginate ayer pasó una moto muy rápido por la calle de tierra de al lado de la quinta y se levantó muchísimo polvo aproveché la confusión para pensar en vos cuando nadie me veía también me tomé un helado de agua pensando en vos y nos persiguieron unas abejas tuvimos que salir corriendo y me tropecé me sangró la rodilla y para que no me pusiera a llorar me dijeron que pensara en vos y se me pasó todo el dolor y la tristeza y las ganas de llorar y hasta pude agarrar de nuevo el helado y seguir tomándolo a pesar de que se había llenado de pasto y hormigas si cierro los ojos cuando bailo pienso en vos y cuando los tengo abiertos pienso en vos lo mismo pero ahora me voy porque se van a poner impacientes y pesados después me dicen que estoy todo el día pensando en vos y tienen razón porque estoy todo el día pensando en vos hoy hace un rato nos sacamos una foto muy graciosa haciendo una pirámide humana y yo salí con mucha cara de que estaba pensando en vos.


Muchas gracias.

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